Historia sin fin o la misma piedra en el camino

El día que dejé sus cosas en la recepción, pensé que era el fin. No habló como pensé. Pasó uno, dos días. Al tercero envió un mensaje por el messenger: "Lo que más me encabrona es que no hallamos tenido el valor de mandarnos a la chingada de frente, cara a cara".

No pude contestar. No hubo nisiquiera oportunidad. Se desconectó y yo no tenía palabras. Todo lo había dicho ya. Eso pensé. Más tarde, a medianoche entró la llamada al cel. Era él. Sonaba tranquilo, entré a mi casa y seguimos hablando. Tocamos el tema. Yo me deshice en llanto. Me dolía dejarlo y no pude dejarlo.

Somos amigos, eso dijimos, pero no podemos comportarnos sólo como amigos. No con la historia que tenemos a cuestas. No con tanto recuerdo que eriza la piel y marea el buen sentido... el sentido común.

Así que esta historia en dos llantas se sigue escribiendo, a veces entre cuatro paredes. Otras con el viento en la cara, otras a través de los mensajes de texto... así hasta que el ánimo se harte.

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