Mucho tiempo ausente


Tantas cosas han pasado desde ese lejano 4 de agosto: mi viaje a Perú, mi regreso al trabajo, Cuautla, San Luis Potosí, Puebla, Michoacán. Otras permanecen: Sergio, otras son nuevas: Chock.

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Me niego ha hablar de mis sentimientos, mi dedos se clavan en las teclas, mi mente se pone en blanco. Ya no siento? No hace mucho lloré al teléfono con él, desde ahí todo se ha vuelto un estira y afloja sin sentido, curiosamente la voluntad de continuar permanece, no por amor, ni por soledad, por saber, por creer que vale la pena y, sin involucrarse tanto, las cosas se resbalan.

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Allá, lejos de todo, incluso de lo que me agobia y me absorbe, me reencontré. Tuve que estar con extraños para revalorarme y llenarme de vida. Tuve que sentir en mi trasero la fría dureza de las ruinas, mirar al cielo y ver cómo sin prisa la neblina se dispersaba. Frente a mi una impresionante montaña, Cuanta paz, Machu Pichu me llenó de energía, no porque fuera un lugar espiritual, sino porque me dio mis momentos, el espacio solo para mi.

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Yo no quería, siempre digo lo mismo. Una vez más fue en serio. No quería porque no estaba interesada. Una noche frente a la compu cambio las cosas, pero no de inmediato. Tardó unos días y como si fuera cosa de todos los días nos desvestimos y nos amamos, por darle un nombre al simple acto sexual, que no por ello estuvo carente de besos, caricias y risas. Una, dos, tres veces... desde entonces.

Sólo no te claves, la consigna.

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Al principio yo solo queria comer. Después de sacar fotos y caminar admirando edificios, mi estómago reclamaba el abandono al que lo someto con regularidad. Tenía en mente un lugar, pero este tio con lentes oscuros y cara de facilitardor se me acercó. No tuvo que decirme mucho para llevarme a su restaurante. La comida era para crudos, pero mi estómago hambriento poco le importó, aunque extrañó el buen sazón, y mira que estabamos en Arequipa.
La plática consistió en Fujimori tras las rejas y García con sus obras. Nada en claro, pero creó empatía, al grado que ya estaba conociendo al resto de la familia. Me involucré en la vendimia de restos de animales y collares de madera. Había que sacar para pagar la chela que me invitó. Luego la espléndida fui yo. Hasta el hotel pagué y él pagó bien la cortesía. Si así estaban todos los peruanos bien valía la pena quedarse. Pero ni el alcohol disfraza la realidad, al otro día, luego de otra cogida y su respectivo baño, casi hui hacia Puno. Me vas a buscar? me preguntó y mi mente se imaginó manteniéndolo en México: sí, le contesté, consciente de que nunca lo haría.
Puno, Titicaca y Cuzco y el autobús me trajo de vuelta a Arequipa. Evité con un poco de pesar y calentura aún en mi pelvis, pasar por donde lo había conocido, por dónde estarían sus parientes. No quería verlo, porque un buen pene no ameritaba una vida con un flojo. Ahí quedó. Me vi mal, pero odio dar explicaciones.
De regreso, y sin peligro, pensé en hablarle, pero igual pensé sobre la niña a la que no le compré una muñeca y al pintor que casi me regaló su trabajo por unas monedas. También con ellos tuve pesar en mi conciencia. Pero todo quedó a tras. Lo demás sirvió para hacer reír a mis amigas.

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Maravilloso San Luis Potosí.

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